lunes, 12 de enero de 2009

la última despedida

si una despedida supone encarcelar un serie de recuerdos, también es verdad que un adiós siempre regala mil pedazos de libertad olvidada. aun así, no me gustan y me despidiré de todas ellas porque no saben sonreir. les diré, y a los hasta luegos también, que:
dicen los últimos que le vieron que se fue de pura pena. otros, sin embargo, aseguran que partió feliz a medias a la búsqueda de la otra mitad. siguiendo el rastro de unos recuerdos que un ángel, en nombre del futuro, le arrancó de los puños del alma. con la excusa de una infancia tardía pero tan intensa que le hizo anciano. y lo cierto es que se fue como aprendió. sin hacer ruido. a su manera. sin despedirse para no molestar y así no olvidarse de nadie. comentan que su última cara fue su última sonrisa de supervivencia. como las que últimamente le dibujaba a sus compañeras esperanza y soledad. pero dicen que esa mueca fue tan dulce que sólo podía significar una estremecedora dedicatoria. absorto. con su maleta vacía. todavía ensimismado. con el pecho cedido y tarareando una canción con la boca bien apretada. sin haber pedido prestada nunca una lágrima y sin decir jamás dónde y cuánto le dolía la peor de las enfermedades que se padecen.
y fue, entonces, cuando el espíritu del adiós dejó de volar.

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